El ASI (Abuso Sexual en la Infancia) es un tema que debe
contemplarse desde varios campos de análisis. Para el ámbito jurídico-forense
constituye un delito contra la integridad sexual. Si bien hablar de acoso,
hostigamiento o asedio sexual es un término nuevo en su tratamiento legal,
ocurre desde tiempos remotos. El fortalecimiento de los Derechos Humanos desde
el punto de vista social y político, permitió tomar conciencia acerca de que el
abuso sexual viene afectando a una incalculable cantidad de víctimas desde
siempre, en todo el mundo y la mayoría de ellos, no siempre denunciados ni
judicializados, ocurren en el ámbito intrafamiliar. Para el ámbito clínico, el
abuso sexual es la irrupción de la sexualidad de un sujeto sobre otro menor en
edad, fuerza o jerarquía; que produce un violentamiento a ese sujeto en
relación a su ser para estar-en-el-mundo.
A pesar de los esfuerzos realizados durante décadas –ya sea
en forma de resultados, conclusiones y recomendaciones de investigaciones de
campo– los casos de abuso sexual en la infancia se han incrementado de manera
alarmante; sin embargo los mismos podrían reducirse si se difundiera más
información y se facilitase un mayor acceso a los objetivos previstos en el
artículo 3 de la Ley Nacional 26.150/2006 de Educación Sexual Integral (ESI):
“…incorporar la educación sexual integral dentro de las propuestas educativas
orientadas a la formación armónica, equilibrada y permanente de las personas;
asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, precisos, confiables y
actualizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación sexual
integral; promoviendo actitudes responsables ante la sexualidad”.
¿Qué relación tiene
la ESI con el ASI?
Parece un simple juego de palabras, pero no. La ESI
(Educación Sexual Integral) está íntimamente relacionada con el ASI (Abuso
Sexual en la Infancia) ya que se establece entre ambas una relación preventiva
porque, una ESI bien aplicada y en todos los niveles educativos, se convierte
en una herramienta fundamental para terminar con el ASI. La educación sexual es
un proceso continuo que se inicia en la vinculación con los referentes más
significativos de la infancia y la niñez, y va consolidándose acompañando los
cambios de la adolescencia, la adultez y la vejez. En ese sentido, los
comunicadores tenemos la responsabilidad de sembrar prevención transmitiendo
con claridad que la población infantojuvenil tiene derecho a vivir una sexualidad
armónica y saludable.
Hace unos meses atrás, Cosecha Roja publicó un amplio
informe periodístico bajo el nombre Gracias a la ESI se detectaron 368 casos de
abuso infantil y adolescente y en la cual describe que, durante el ciclo
escolar 2018, “el Ministerio de Educación de Santa Fe relevó 368 casos de abuso
sexual infantil y adolescente” muchos de los cuales “surgieron gracias a los
contenidos de la ley de Educación Sexual Integral (ESI), sancionada en 2006”.
Es importante entender que gracias a la ESI niños, niñas y adolescentes aprenden a
diferenciar los vínculos afectivos de los abusivos, además de identificar
situaciones de violencia. Al aprender a conocer su cuerpo y cómo cuidarlo
pueden manifestar los casos de abuso y denunciar a quienes los vulneren. Sus
docentes pueden registrar situaciones abusivas ante la duda o sospecha que
presenten y/o manifiesten en el aula. Desde el principio de confiabilidad, les
docentes deben respetar estas situaciones sin dejar de acompañar y/o asistir, hablando con las autoridades y el gabinete.
Hay un protocolo a seguir en las escuelas sobre estas situaciones abusivas, que
es obligación docente cumplir. Este protocolo es un formulario donde se deja
registrada la situación que apareció en la escuela: si el/la menor habló,
lloró, etc. y esto pasa al Consejo de Niñez y adolescencia, organismo que
llevará adelante la denuncia.
Es importante destacar que es obligación de las
instituciones educativas y de los docentes también desnaturalizar este tipo de
prácticas que vienen realizándose social y culturalmente desde hace tantos
años. Por eso la ESI ayuda a visibilizar estas prácticas y a poner en palabras
situaciones de abusos intrafamiliares que muchas veces se toman como
“normales”. Hoy la escuela debe generar estrategias para que niñes y
adolescentes encuentren ahí, la contención necesaria para contar, sino también
las herramientas que les ayudarán a darse cuenta de las situaciones de
vulneración de derechos a quienes puedan estar sufriendo abuso.
Como la educación sexual integral debe ser pensada de manera
transversal debe atravesar a todas las materias de la currícula escolar para
que todo el personal, docente y no docente, pueda ayudarles a: respetar su
desarrollo evolutivo, crear un vínculo afectivo que les permita interactuar con
el personal adulto y ayudarles a resolver sus problemas de forma no violenta.
La educación sexual integral destaca la importancia de
instalar la prevención del abuso sexual en más espacios, ampliar miradas,
generar conciencia sobre esta compleja problemática que permita superar los
discursos prejuiciosos, generar doctrina, estimular espacios académicos que
coadyuven al estudio científico interdisciplinario, y participar de más
espacios territoriales para luchar por los derechos de niñxs y adolescentes.
Un/a niño/a con alta autoestima, seguridad y confianza en sí mismo/a y en sus
decisiones, con la información precisa y adecuada podrá enfrentarse a las
situaciones de abuso, buscar ayuda y prevenirlas, para que pueda hacer respetar
sus derechos.
Para que la transmisión de conocimientos en torno a la
sexualidad pueda ser un agente aliado de la prevención, ésta debe formar parte
de la educación facilitadora de un proceso de transformación –no exclusivamente
escolar, sino también parental, cultural, histórico-social, de pares, de
comunicadores, etc.– formativa y estructurante de la personalidad.
La comunicación como
herramienta
Desde siempre y en cada espacio de formación profesional, se
sostuvo la idea de que el periodismo debe ser ejercido con frialdad,
neutralidad y casi sin compromiso frente a los sucesos que se comunican.
Si bien lo anterior puede ser muy positivo para ciertas
coberturas, lo cierto es que en casos de violencia (como lo es el abuso sexual
infantil) lo fundamental es creer en la persona que está confiando en el
periodismo y cuenta algo que, sin dudas, la atraviesa desde cada lugar de su
mente y su cuerpo. Y en un país donde la Justicia tiene un carácter y
funcionamiento patriarcal, muchas veces las víctimas llegan a los medios para
acelerar o incluso lograr que se inicien causas que se encuentran en los
cajones de alguna oficina.
La tarea de los/as profesionales tiene entonces tres aristas
fundamentales: brindar contención y comodidad a la persona entrevistada, evitar
la revictimización desde cualquier etapa de la producción de la noticia y por
último reflejar en el resultado final una clara visibilización de la
problemática con fundamentos teóricos y prácticos, estadísticas y palabras de
personal experto en la materia. Todo esto con el fin de sacar a los abusos
sexuales del lugar de “casos aislados” perpetrados por “monstruos” o “enfermos
mentales”, y plantear el origen social que tienen y la necesidad de elaborar
políticas públicas que ayuden a eliminar cualquier tipo de violencia.
Para lograr lo anterior es importante que los medios de
comunicación comprendan que la capacitación en perspectiva de género es la
clave para romper estereotipos y construir nuevas maneras de comunicar, por lo
que debe formar parte de la actividad diaria de quienes están dentro de los
medios, para reestructurar nuevas formas de relación que se reflejen en la
actividad profesional.
La batalla judicial
en primera persona
Así como en los casos de suicidios, la cobertura de la
“noticia” en torno a una denuncia por abuso sexual en la infancia suele estar
teñida, siempre, de una vulneración de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes: el más vulnerado, aunque parezca increíble, es de la reserva de
la identidad.
La capacitación a periodistas, comunicadores, y trabajadores
de medios de comunicación es una exigencia que ya empieza a sonar fuerte en los
círculos y espacios de periodistas, pero aun así sigue siendo una deuda dentro
de la formación profesional al servicio de una comunicación humana y con
perspectiva de derechos. Psicólogos, psiquiatras, trabajadores y trabajadoras
sociales, personas que día a día conviven con víctimas sobrevivientes de estos
abusos cuentan con frecuencia cuán importante es evitar la revictimización en
las coberturas periodísticas y en los procesos judiciales.
La batalla judicial, aunque con algunos pequeños avances en
los últimos tiempos – como la Ley Micaela-, suele ser también un proceso
revictimizante. Lo que debería ser un acto reparador se convierte en una
pesadilla constante que acompaña día tras días, año tras año y, a veces, toda
la vida. Por esto es importante hablar de sobrevivientes y no de víctimas a
secas.
“Un día tu cabeza dice ya no más, y entendés que lo que te
pasó no puede condicionar toda tu vida. Hoy veo esa persona que fui, y no me
reconozco, ya no me considero una persona cobarde, ni culpable. Ahora sé que el
único camino es la justicia, la denuncia penal” relata C.G, una mujer que, en
2015, se animó a denunciar a su agresor
tras años de silencio porque era familiar. Hoy, con más de 30 años, se
convirtió en una mujer fuerte, sin odio y sin miedo pero con innegociables
exigencias de Justicia. “A mí la justicia me creyó, y quiero que esté preso”,
asegura.
*Las autoras son
integrantes de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género en
Argentina – RIPVGAr
María Inés Alvarado, periodista
y docente especializada en Educación Sexual Integral. Columna #DeESISíSeHabla
en Diario Digital Femenino.
Heliana Guirado,
periodista y comunicadora social especializada en género. Columnista en diario
La Mañana, de Formosa.
Laura Terenzano, periodista
de la radio pública de Concordia, Entre Ríos.
Marcelo Della Mora,
periodista, psicólogo clínico y forense, director de PRP Programa Radial Psi.
Lenny Cáceres,
periodista, directora de Diario Digital Femenino.